De vuelta a Barcelona

Tras un viaje de treinta horas con escalas en Bangkok y Estambul, llegué ayer a eso de las 18:30 al sofá en el que ahora mismo me hallo. Un viaje maravilloso: nueve horas encajado como una ficha de tetris, seis horas tratando de dormir o mirando lo poco que da de si el aeropuerto de Estambul (donde, por cierto, nos encontramos con Luis Aragonés), un para más esperando a que un gilipollas acabara de encararse con la chica de tránsito en el aeropuerto de Bangkok, y ahora jet lag.

Sobre lo anterior a todo esto, decir que Angkor es impresionante. Se trata de un complejo de templos hinduístas que van desde los siglos VIII a XV, fruto de haber albergado la capital del imperio Jemer durante casi todo ese período. Pues eso, que no veía algo así desde Teotihuacán. Y aparte de el lugar en si, lo que llama más la atención es cómo van a la caza del turista. Ahora sí que no compraría nada que me ofreciera una niña, niño, anciano, o bebé camboyano. Es asomar la cabeza y tienes un montón de gente a tu alrededor ofreciéndote todo tipo de souvenirs. Uno de los momentos más significativos en este sentido ocurrió saliendo del recinto amurallado que rodea al templo de Ta Phrom. Al otro lado de la puerta (se ve que no les dejan pasar) había una amalgama de gente callada sosteniendo postales, collares, pulseras, apsaras y violines bicordes, mirándonos fijamente a Carlos y a mi, que éramos los únicos en el lugar. Nosotros nos íbamos acercando boquiabiertos, hasta que, al pisar cierta piedra que marca un umbral que desconozco, comenzaron todos a la vez con las retahílas típicas y a tocar los violines esos. Una vez cruzada la puerta, estabas rodeado.

Allí nos pasamos tres días, con lo que uno se puede hacer una idea de la cantidad de cosas que vimos. Incluso algunos subimos en globo y helicóptero. Toda una experiencia.

Para no hacerme pesado, y como conclusión, diré que ha sido un viaje interesante, aunque creo que he aprendido más cosas estando con la gente que me acompañaba que visitando todos estos sitios, aunque esto último suelo tardar más tiempo en poder valorarlo.

Bueno, pues ahora toca hacer lavadoras, llenar la nevera, organizar fotos e ir a comprar una entrada para ver a Porcupine Tree. Ya os contaré (o no).