This is the end

Se acabó lo que se daba. Ya he vuelto a Barcelona y por la puerta grande, ya que me han perdido el equipaje los encantadores señores de Alitalia (vaya puta mierda de compañía). Me han dicho que con suerte lo tengo esta tarde, y a ver si es verdad, porque tengo una barbaza fenomenal que le va a encantar a mi jefe.

Los dos últimos días en Estambul han sido bastante tranquilitos: crucero por el bósforo, con parón en un pueblo de la parte asiática donde me comí un plato de pescado muy rico, hammam, comida en el puente de Gálata con una coreana que no sé si al final perdió el avión y borracherilla final con una irlandesa y su padre.

Lo del hammam (o baño turco) ha sido un poco raro. Al principio me hacía gracia hacer un «completo», pero vi un par de fotos al entrar de un señor turco enjabonando a otro de una manera que me tiró para atrás, así que pedí un «sólo baño». Total, que eso era una sauna y una ducha, pero de una forma tan rara que no supe cómo tomármelo. Creo que hubiera necesitado un par de sesiones más y habría dejado que me enjabonaran y todo.

Como conclusión, creo que han sido mis mejores vacaciones en mucho tiempo y hubiera deseado haberme quedado un mes. El país es precioso y la gente (lugareños y viajeros) también. La pregunta ahora es ¿adónde la próxima?

Hasta luego, Estambul

En quince o treinta minutos llegar’a el autob’us que tiene que llevarme a Selçuk para ponerme tibio de ruinas griegas, y en ese momento dir’e adi’os a Estambul, que me ha acogido durante cuatro d’ias. Durante estos, ha habido momentos de todo, y he pasado de estar m’as solo que la una a pas’armelo de conya en cuesti’on de minutos. Bueno, y tambi’en voy a contar una cosa a mis incondicionales: casi pierdo el avi’on porque la alarma del m’ovil no est’a programada para los fines de semana. Hala, reiros ahora y dejadme en paz luego.

Estambul es una ciudad impresionante, antigua y llena de rastros de toda la gente que ha pasado por aqu’i a lo largo de los siglos. De todo lo que he visto (la Mezquita Azul, que es gris, Santa Sofia, el acojopalacio Topkapı, la torre Galata..) me quedo con la cisterna bas’ilica. Una cisterna bizantina en el subsuelo del casco antiguo que parece las minas de Moria.

En cuanto a buenos momentos (pasamos de los malos), lo mejor fue la borrachera que pillamos dos polacas llamadas Marta, un turco que se nos uni’o y yo en lo que podr’iamos denominar, con gran generosidad, la playa. El hombre nos invit’o a cervezas y al licor ese turco cuyo nombre soy incapaz de recordar. Llegu’e al albergue en un estado lamentable y al d’ia siguiente las dos se descojonaban de mi cara.